La ciencia detrás de no resistirse a los dulces: conocimientos sobre la saciedad sensorial específica
"Es una experiencia casi universal, en la mesa te sientes literalmente saciado después de un buen almuerzo o de una suculenta cena. A pesar de ello, cuando se trata de postre, parece que siempre logras encontrar un poco de espacio. No es sólo una cuestión de Gula, hay razones precisas detrás de este fenómeno, ligadas a mecanismos psicológicos y fisiológicos muy específicos. En primer lugar, no es un error decir que nuestro cerebro ama el azúcar. El sabor dulce es uno de los primeros que reconocen y aprecian los recién nacidos. Y esto también se refleja en la edad adulta, pero no es sólo el sabor lo que enciende nuestras papilas gustativas, nuestra respuesta a los alimentos dulces se debe sobre todo a la liberación de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, sustancias químicas en el cerebro que crean un sensación de placer y satisfacción: así, a pesar de estar llenos, sentimos la necesidad de comer postre también por motivos bioquímicos, a lo que se suma un mecanismo fisiológico conocido como "potenciación sensorial específica". Básicamente, nuestro cuerpo está programado para buscar variedad en los alimentos, para asegurarnos de obtener un amplio espectro de nutrientes. Después de una comida rica, las papilas gustativas se adaptan a los sabores y su sensibilidad disminuye. Pero la introducción de un nuevo sabor, como el dulce tras los sabores salados de la comida, despierta las papilas gustativas y renueva nuestra percepción del placer de la comida. Además, muchas veces nos encontramos comiendo dulces en ocasiones especiales, como bodas, fiestas de cumpleaños o Navidad. Esto crea una asociación positiva en nuestra mente entre comer dulces y un sentimiento de alegría y festividad. Cuando se presenta la oportunidad de comer un postre, nuestro cerebro lo reconoce como una oportunidad para revivir esos momentos de alegría. Por último, hay un aspecto de naturaleza puramente psicológica: es la automoderación, o la tendencia a limitar las cantidades de comida que ingerimos para no parecer codiciosos o faltos de control. Sin embargo, este tipo de restricción genera un efecto boomerang: la sensación de haber “ahorrado” durante la comida nos deja la percepción de tener todavía “espacio” para el postre, dando origen a la famosa afirmación “siempre hay lugar para el postre”. En conclusión, la tendencia a dejar siempre lugar al postre no es un simple capricho pasajero sino que responde a una lógica compleja, donde conviven elementos fisiológicos, neurológicos y psicológicos. Y si bien el placer del dulce es incuestionable, es importante recordar que el consumo de azúcar debe ser moderado, respetando una dieta equilibrada y saludable".
La teoría de la saciedad sensorial específica.
La teoría de la saciedad sensorial específica es una de las explicaciones más convincentes que aporta la ciencia para explicar por qué, a pesar de estar llenos, conseguimos encontrar ese pequeño espacio en el estómago para una ración de postre. Esencialmente, la saciedad sensorial específica está relacionada con la forma en que nuestro cuerpo percibe la saciedad. No todos los alimentos son iguales, y como cada uno de nosotros tiene gustos diferentes, cada cuerpo reaccionará de manera diferente a los distintos tipos de alimentos ingeridos. Esta teoría sugiere que nos saciamos (o nos llenamos) con un determinado sabor o tipo de comida antes que con otros. Normalmente durante una comida comemos platos salados como carne, pescado, queso, verduras, etc. Nuestro cuerpo registra saciedad ante este tipo de alimentos, dándonos la sensación de estar lleno. Pero cuando llega la propuesta de un postre, un tipo de comida diferente y de sabor dulce, es algo nuevo para nuestro paladar. El postre introduce en nuestra boca un sabor diferente, que no entra en el “cómputo” de saciedad. Como resultado, nuestro cuerpo siente que todavía hay lugar para los dulces, a pesar de que estamos llenos de comida salada. Esta teoría de la saciedad sensorial específica desempeña un papel fundamental a la hora de animar a las personas a comer una variedad de alimentos. Nos ayuda a asegurarnos de obtener una variedad de nutrientes diferentes de nuestros alimentos, en lugar de limitarnos a un solo tipo de alimento. Este mecanismo de saciedad nos ayuda a conseguir una dieta equilibrada y variada. También es interesante señalar que la saciedad sensorial específica no sólo se aplica a la comida, sino que también involucra a otros sentidos como el olfato y la visión. Quizás hayas notado que al ver un delicioso postre o el olor a chocolate derretido, tu ansia de dulces puede reavivarse aunque ya estés lleno. Sin embargo, aunque es interesante conocer este mecanismo, es importante prestar atención a la cantidad de dulces que ingerimos. Ya sabemos que un exceso de dulces puede provocar problemas de salud, como obesidad y diabetes. Entonces, si bien es bueno seguir nuestro deseo de continuidad y variedad en los alimentos, también es importante elegir alimentos conscientes y saludables.
Lo que dice otro estudio
Otro estudio que analiza este fenómeno, publicado en la prestigiosa revista científica 'Appetite', fue más allá, confirmando la teoría mencionada anteriormente y descubriendo otros elementos intrigantes. Según esta investigación, de hecho, no sólo nuestros sentidos comienzan a responder negativamente a un alimento que hemos ingerido en exceso, sino que también intervienen algunos mecanismos psicológicos. Una especie de 'recarga' mental se produce cuando se introduce un postre o alimento diferente al que acabamos de comer en abundancia, haciéndolo inmediatamente más apetecible y apetecible. Según explican los autores del estudio, nuestro cerebro es un órgano extremadamente plástico y capaz de adaptarse rápidamente a diferentes situaciones. Cuando hemos consumido una gran cantidad de un determinado alimento, las neuronas que producen dopamina -el neurotransmisor asociado a la sensación de placer y recompensa- luchan por responder. La comida se vuelve menos atractiva y, como ya hemos mencionado, también adquiere un aspecto y un olor menos atractivos. Sin embargo, la situación cambia cuando entra en juego un postre o comida diferente. El cambio de 'paisaje' gastronómico despierta las neuronas dopaminérgicas, que vuelven a 'trabajar' a toda velocidad. Esto explica por qué, incluso cuando estamos llenos, siempre logramos encontrar un hueco para el postre. La misma mecánica se aplica frente a un buffet. La variedad de alimentos disponibles mantiene alto nuestro nivel de interés, estimulando la producción de dopamina y llevándonos a consumir más alimentos de lo habitual. Este fenómeno se conoce como 'efecto buffet' y puede tener importantes implicaciones en el ámbito de la educación nutricional y la lucha contra la obesidad. Entonces, la próxima vez que te encuentres diciendo "siempre hay lugar para el postre", debes saber que no es solo una cuestión de codicia, sino que hay un mecanismo neurológico muy específico detrás de esto. Saber esto puede ayudarnos a gestionar mejor nuestros hábitos alimentarios, tomando decisiones más conscientes y saludables.