Guía para prevenir enfermedades transmitidas por alimentos: prácticas seguras para adoptar en tu cocina
Introducción
Comer es un acto diario y automático, pero no siempre somos conscientes de cuánto pueden afectar a nuestra salud los alimentos que consumimos. De hecho, existen numerosas enfermedades transmitidas por los alimentos que pueden surgir si no se respetan determinadas normas de seguridad alimentaria. Éstos, en un mundo cada vez más globalizado e interconectado, son un asunto de vital importancia a escala global. Las enfermedades transmitidas por los alimentos representan una amplia gama de dolencias, a menudo graves, causadas por alimentos contaminados con microorganismos peligrosos como bacterias, virus, parásitos o por productos químicos como pesticidas, colorantes o aditivos alimentarios. Por ejemplo, intoxicaciones alimentarias, infecciones o inflamaciones del tracto gastrointestinal, pero también enfermedades crónicas como enfermedades cardiovasculares, diabetes o trastornos neurológicos, que pueden estar relacionados con una dieta incorrecta o el consumo de alimentos potencialmente nocivos. Estas enfermedades pueden ser causadas por simples errores cometidos durante la fase de producción, manipulación, almacenamiento o cocción de los alimentos. Por eso es fundamental conocer y aplicar las normas de seguridad alimentaria, no sólo para la prevención de enfermedades transmitidas por alimentos, sino también para garantizar una salud óptima a largo plazo. En este artículo abordaremos los principales errores que se deben evitar para prevenir enfermedades transmitidas por alimentos, explorando posibles fuentes de contaminación y delineando las estrategias más efectivas para la seguridad alimentaria. No se trata sólo de saber qué comer, sino también cómo, cuándo y dónde comerlo. Podría parecer un reto complicado, pero en realidad es una tarea al alcance de todos, que requiere sobre todo sentido común, concienciación y educación alimentaria. Comer sano y seguro no sólo significa proteger la propia salud, sino también contribuir a la salud del planeta, ya que una alimentación sostenible y respetuosa con el medio ambiente minimiza el impacto sobre los recursos naturales y previene la propagación de enfermedades. Entonces, partimos de un acto diario y aparentemente simple, que sin embargo tiene un impacto enorme en nuestras vidas y en el mundo que nos rodea. Dediquémonos al tema con la atención que merece, por un futuro más saludable y sostenible.
Enfermedades transmitidas por alimentos: síntomas
Las enfermedades transmitidas por los alimentos, comúnmente conocidas como intoxicación alimentaria, son causadas por alimentos contaminados con bacterias, virus, parásitos o toxinas. Los síntomas pueden variar mucho según el patógeno causante y la dosis de contaminación ingerida. Sin embargo, existen algunos síntomas comunes que casi siempre pueden ocurrir en casos de enfermedades transmitidas por alimentos. Generalmente, los síntomas más comunes de las enfermedades transmitidas por alimentos incluyen dolor o calambres abdominales, náuseas, vómitos y diarrea. El dolor de estómago puede ser el primer síntoma claro de un problema, especialmente si va acompañado de náuseas. A menudo, las personas que sufren una intoxicación alimentaria sienten una fuerte sensación de malestar en el estómago, que puede convertirse en calambres y dolores agudos. Las náuseas son otro síntoma típico de las enfermedades transmitidas por alimentos. Puede aparecer rápidamente después de ingerir alimentos contaminados, dificultando que la persona coma o beba. En muchos casos, las náuseas pueden progresar hasta convertirse en vómitos, que representan el intento del cuerpo de eliminar los alimentos contaminados del sistema digestivo. Si bien los vómitos pueden proporcionar un alivio temporal de los síntomas, también pueden provocar deshidratación si persisten durante un período prolongado. La diarrea es otro síntoma frecuente de las enfermedades transmitidas por alimentos. Al igual que el vómito, se trata de un mecanismo de defensa del organismo destinado a expulsar los alimentos contaminados. Sin embargo, la diarrea persistente puede causar deshidratación y, en algunos casos, puede ser un signo de una afección más grave, como una infección intestinal. Cabe señalar que los síntomas de las enfermedades transmitidas por alimentos pueden aparecer rápidamente, a las pocas horas de ingerir el alimento contaminado, o pueden tardar un período de tiempo más largo, que puede variar de días a semanas. Generalmente, los síntomas aparecen entre 24 y 72 horas después de la ingestión del alimento. Es importante tener en cuenta que estos síntomas pueden variar en gravedad. En formas más leves, pueden provocar simples molestias que se resuelven en unas horas o días. Sin embargo, en casos más graves, las enfermedades transmitidas por los alimentos pueden causar malestar grave, con síntomas persistentes que pueden durar varias semanas y llevar a la necesidad de hospitalización. En conclusión, es importante escuchar a su cuerpo y buscar atención médica si sospecha de una enfermedad transmitida por los alimentos. Un diagnóstico oportuno puede ayudar a prevenir complicaciones y restaurar la salud más rápidamente.
Los alimentos con mayor riesgo
Los alimentos con mayor riesgo de ser focos de enfermedades de transmisión alimentaria son principalmente los alimentos perecederos, los sometidos a mucho procesamiento o los alimentos que contienen un alto porcentaje de agua libre. De hecho, esta última característica crea un entorno favorable para la proliferación bacteriana, especialmente si los alimentos se almacenan a altas temperaturas. Entre los alimentos perecederos, es decir, aquellos que pueden deteriorarse en poco tiempo si no se conservan adecuadamente, encontramos ciertamente la carne, el pescado, la leche y los productos lácteos, las frutas y verduras frescas. Estos alimentos son particularmente susceptibles a una manipulación inadecuada durante la preparación, un almacenamiento inadecuado y la contaminación cruzada. La carne y el pescado, en particular, pueden ser vehículos de bacterias peligrosas como Salmonella, E.Coli y Listeria si no se cocinan adecuadamente. La leche y los productos lácteos, a menos que estén pasteurizados, pueden albergar la bacteria Listeria, que puede causar listeriosis, una enfermedad grave, especialmente en personas con sistemas inmunológicos debilitados. Las frutas y verduras frescas pueden estar en riesgo si no se lavan bien, ya que su superficie puede estar contaminada con bacterias o parásitos, como la infame E. Coli, especialmente si han estado expuestas a fertilizantes o agua de riego contaminada. Los alimentos que han sido objeto de mucho procesamiento, como los alimentos preparados y las comidas envasadas, representan otro grupo de alto riesgo. De hecho, durante las numerosas fases de procesamiento, pueden resultar contaminados por bacterias y otros microorganismos patógenos. El almacenamiento prolongado de estos productos a temperaturas inadecuadas también puede favorecer la proliferación bacteriana. Por último, los alimentos con un alto porcentaje de agua libre, como sopas, salsas, helados y ensaladas, representan un entorno ideal para las bacterias. Si no se almacenan o calientan correctamente, pueden convertirse en un terreno fértil para la proliferación de bacterias patógenas. En conclusión, aunque estos alimentos presentan un mayor riesgo de contaminación, es posible reducir significativamente estos riesgos mediante prácticas adecuadas de higiene y almacenamiento. Es fundamental prestar atención al origen de los productos alimenticios, las condiciones de almacenamiento, la manipulación durante la preparación y la correcta cocción. Sólo así es posible elegir alimentos seguros y mejorar su salud.
Seguridad alimentaria: errores a evitar
"Seguridad alimentaria: errores a evitar" es uno de los contenedores temáticos que pretende dar consejos prácticos para una correcta gestión de los alimentos. Muchos de los problemas de salud que pueden surgir por el consumo de alimentos, de hecho, están causados por errores evitables. Un error muy común es cocinar mal los alimentos. Cada alimento tiene su tiempo y temperatura de cocción ideales, por lo que es fundamental respetar estas instrucciones. En particular, los productos de origen animal, como la carne y el pescado, si no se cocinan adecuadamente, pueden ser vehículo de gérmenes patógenos. La cocción de los alimentos vegetales también debe realizarse de forma correcta, para asegurar la destrucción de posibles microorganismos nocivos presentes en ellos. Otro fallo que se puede encontrar es no lavar bien las frutas y verduras. Mucha gente piensa que el agua corriente es suficiente para eliminar todas las impurezas, pero en realidad esto no es cierto. De hecho, diversas investigaciones han demostrado cómo este tipo de alimentos puede albergar diferentes tipos de bacterias, algunas de las cuales son potencialmente dañinas para el organismo. Por ello es necesario lavarlos cuidadosamente y, si es posible, utilizar productos de higiene alimentaria específicos. Guardar diferentes alimentos en un mismo recipiente puede parecer una solución práctica pero en realidad es un gran error. Cada alimento tiene su propio pH, su propia humedad y su propia fluctuación en el clima de almacenamiento, uno podría contaminar al otro, dando origen a alimentos potencialmente nocivos para la salud. Uno de los puntos de seguridad alimentaria en el que más se insiste es en la cadena de frío. Esto nunca debe interrumpirse ya que los cambios de temperatura pueden favorecer la proliferación de bacterias. Un error que se comete a menudo es dejar demasiado tiempo los alimentos fuera del frigorífico, pero también utilizar el congelador como si fuera un armario, abarrotando comida indiscriminadamente. La precocción de la carne representa un peligro potencial, ya que puede favorecer la formación de microorganismos patógenos. El consejo es cocinar siempre la carne de forma adecuada e inmediata, sin interponer largos periodos de tiempo entre la precocción y la cocción real. Por último, un error común es no precalentar la parrilla antes de usarla para cocinar. De hecho, este procedimiento permite descongelar los alimentos de manera uniforme y cocinarlos a la temperatura adecuada, evitando así consumir alimentos crudos o semicrudos potencialmente peligrosos. En conclusión, la seguridad alimentaria debería ser una prioridad para todos. Evitar los errores más comunes puede reducir significativamente el riesgo de enfermedades transmitidas por los alimentos y garantizar una dieta más sana y segura.
Cocinar mal los alimentos
Cocinar los alimentos es un proceso crucial para garantizar su seguridad alimentaria. No se trata sólo de garantizar una consistencia, un sabor y una apariencia agradables: sobre todo, cocinar permite matar los posibles patógenos presentes en los alimentos, que pueden provocar enfermedades transmitidas por los alimentos. Las aves de corral, las carnes rojas, los huevos y el pescado corren un riesgo especial: si no se cocinan correctamente, pueden convertirse en vehículos de patógenos peligrosos como Salmonella, E. coli y Listeria. Las aves de corral son uno de los alimentos más riesgosos. Las bacterias patógenas pueden prosperar en las carnes de pollo y pavo si no se cocinan a una temperatura interna suficiente. En particular, el pollo siempre debe cocinarse a una temperatura interna de al menos 74 °C para matar las bacterias. Comer aves de corral insuficientemente cocidas puede provocar una intoxicación alimentaria grave. Las carnes rojas también deben cocinarse con cuidado. Algunos cortes, como los filetes o las costillas, se pueden cocinar a la perfección, pero al molerlos o trocearlos siempre deben alcanzar una temperatura interna de al menos 71°C para garantizar la seguridad alimentaria. Esto se debe a que las bacterias presentes en la superficie de la carne pueden ser transportadas al interior durante el picado o picado. Los huevos son otro alimento riesgoso. Si bien son extremadamente nutritivos, pueden albergar Salmonella, una bacteria que causa un tipo grave de intoxicación alimentaria. Los huevos siempre deben estar completamente cocidos, con yemas y claras sólidas, para reducir el riesgo de salmonelosis. Por último, el pescado. Algunos peces pueden albergar parásitos, que pueden sobrevivir incluso después de una cocción si esta no es la adecuada. El pescado siempre debe cocinarse a una temperatura interna de al menos 63 °C para garantizar la seguridad alimentaria. En conclusión, una cocción incorrecta de los alimentos puede provocar diversas enfermedades transmitidas por los alimentos. Es importante cocinar los alimentos por completo para evitar la proliferación de bacterias, virus y parásitos patógenos. Recuerda, la seguridad en la cocina no es sólo una cuestión de gusto: es también y sobre todo una cuestión de salud.
No lavar bien las frutas y verduras
Un error muy común, que a menudo tiende a subestimarse, es el de ignorar u olvidar lavar adecuadamente las frutas y verduras antes de consumirlas. Puede parecer un consejo trivial, pero la realidad es que muchas personas no se toman el tiempo de limpiar adecuadamente sus alimentos antes de ingerirlos, exponiéndose así a diversos riesgos para su salud. De hecho, las frutas y hortalizas pasan por numerosas etapas antes de llegar a nuestras mesas: desde el cultivo, hasta la recolección, el transporte y finalmente la venta. Durante este viaje entran en contacto con una amplia gama de elementos como tierra, agua, herramientas de trabajo, manos de los trabajadores, cajas de transporte, mostradores de venta y mucho más. Todos estos contactos pueden resultar en la contaminación de productos con bacterias y otros microorganismos dañinos que pueden causar enfermedades transmitidas por los alimentos. Los organismos más comunes que se encuentran habitualmente en frutas y verduras incluyen las infames E. coli y salmonella, así como residuos de pesticidas utilizados durante el cultivo. Estos pueden causar trastornos gastrointestinales graves y, en algunos casos, pueden provocar infecciones más graves, especialmente en personas con sistemas inmunitarios débiles. Para evitar estas complicaciones, es fundamental asegurarse de limpiar adecuadamente las frutas y verduras antes de consumirlas. El agua corriente es suficiente para eliminar la mayor parte de la suciedad visible, pero para un lavado más profundo, puedes utilizar un jabón especial para frutas y verduras o una solución de agua y vinagre. Además, usar un cepillo de plástico suave puede ayudar a eliminar las bacterias que se esconden en las grietas y huesos de las frutas y verduras. Recuerda que incluso si estás a punto de pelar frutas o verduras, debes lavarlas primero para evitar transferir gérmenes y bacterias del cuchillo a la pulpa mientras las cortas. En conclusión, nunca subestimes la importancia de lavar adecuadamente las frutas y verduras. Este es un paso fundamental no sólo para asegurar una dieta sana y equilibrada, sino también para proteger nuestra salud de posibles riesgos en relación a la higiene alimentaria. Observar buenas prácticas en el ámbito de la seguridad alimentaria, como la correcta limpieza de frutas y verduras, es una forma sencilla e imprescindible de evitar complicaciones innecesarias y garantizar el bienestar diario de nosotros y de nuestras familias.
Guarda diferentes alimentos en el mismo recipiente
A la hora de almacenar alimentos, un error común que puedes cometer es colocar verduras y carne en el mismo recipiente. Esta práctica puede parecer prácticamente inofensiva, pero puede provocar un potencial fenómeno de contaminación cruzada bacteriana. En primer lugar, ¿qué entendemos por "contaminación cruzada bacteriana"? Se trata de un fenómeno en el que bacterias u otros microorganismos se transfieren de un alimento a otro mediante el uso de utensilios o superficies comunes, o en nuestro caso concreto, por contacto directo en un mismo recipiente. La carne, ya sea cruda o cocida, es un vehículo bien conocido para varios tipos de bacterias, como E. coli y salmonella. Cuando estos alimentos se guardan con verduras en el refrigerador, es posible que los jugos de la carne, que pueden contener estas bacterias, entren en contacto con las verduras. Estos últimos, en muchas recetas, se consumen crudos, es decir, sin ningún proceso de cocción posterior que pueda eliminar posibles patógenos. Como resultado, podrías ingerir alimentos potencialmente contaminados, con posibles efectos sobre la salud, como trastornos gastrointestinales o infecciones más graves. Una práctica correcta para la conservación de los alimentos, para evitar riesgos de contaminación cruzada, pasa por tanto por no almacenar nunca carne y verduras en el mismo recipiente. Pero ¿cuál sería entonces el enfoque correcto? Cada alimento necesita un espacio dedicado. Lo ideal sería utilizar recipientes diferentes, bien cerrados y adecuadamente limpios, para cada tipo de producto: un recipiente para lácteos, otro para carne, otro para verduras, etc. Además, es muy importante colocar correctamente los alimentos dentro del frigorífico: la carne, por ejemplo, siempre debe colocarse en el estante más bajo, para evitar que el líquido gotee sobre los alimentos colocados debajo. En resumen, recordamos que es de fundamental importancia almacenar los alimentos de forma adecuada, no sólo por motivos organizativos, sino sobre todo para preservar nuestra salud. El correcto almacenamiento de los alimentos puede parecer un detalle, pero es una precaución imprescindible para prevenir enfermedades transmitidas por los alimentos.
No limpie las superficies.
Si hay un aspecto central de las buenas prácticas de seguridad alimentaria, sin duda es la limpieza. Se sabe que los alimentos contaminados por superficies sin limpiar pueden transportar y propagar una amplia gama de patógenos. No limpiar adecuadamente los utensilios de cocina y las superficies de trabajo puede tener un impacto importante y directo en nuestra salud. En primer lugar, es importante entender qué superficies están en riesgo. Evidentemente, nos referimos a todas aquellas zonas de la cocina donde los alimentos entran en contacto directo como tablas de cortar, ollas, platos pero también tiradores del frigorífico, pomos de la cocina y tiradores de las puertas. Todas estas superficies pueden representar un terreno fértil para la proliferación de bacterias dañinas y pueden actuar como conducto para la transmisión de enfermedades transmitidas por los alimentos. Un error común que compromete la limpieza es reutilizar utensilios de cocina sin lavarlos adecuadamente. Un ejemplo clásico es utilizar el mismo cuchillo utilizado para cortar pollo crudo para cortar verduras, una práctica que puede propagar fácilmente salmonella y campylobacter. La contaminación cruzada es uno de los principales riesgos en lo que respecta a la seguridad alimentaria. Por eso, lavar los utensilios de cocina con cuidado y sin prisas antes de reutilizarlos es fundamental para limitar la propagación de enfermedades transmitidas por los alimentos. No sólo eso, sino que también es importante limpiar periódicamente las superficies sobre las que se preparan los alimentos. Ya sea en la tabla de cortar o en la encimera, la presencia de residuos de comida puede atraer bacterias y gérmenes de un plato a otro. Por tanto, es importante asegurarse de que estas superficies estén limpias no sólo antes y después de su uso, sino también durante la preparación de los alimentos. A la hora de limpiar, es importante utilizar los productos adecuados. Algunos gérmenes pueden sobrevivir incluso a los detergentes más comunes, por lo que puede ser necesario utilizar un producto de cocina específico capaz de matar el 99,9% de las bacterias. Además, recuerda enjuagar bien los utensilios y superficies después de la limpieza, para eliminar cualquier residuo de detergente que pueda contaminar los alimentos. Por último, no hay que olvidar que la limpieza no sólo concierne a la cocina, sino también a la forma en que tratamos los alimentos. Lavar bien frutas y verduras, por ejemplo, es un paso sencillo que ayuda a eliminar los gérmenes o la suciedad de la superficie. Respetando estas sencillas reglas, es posible reducir significativamente el riesgo de enfermedades transmitidas por alimentos y garantizar la máxima seguridad para nosotros y nuestros seres queridos. Recuerde siempre que una cocina limpia es el primer paso hacia una cocina segura.
Romper la cadena de frío
La cadena de frío es una secuencia de pasos que deben ser monitoreados y respetados constantemente para garantizar la máxima seguridad alimentaria. Por "cadena de frío" nos referimos a todos aquellos procesos que van desde el momento de la producción de los alimentos hasta su consumo, pasando por las fases de conservación, transporte y venta. En esta cadena, la temperatura juega un papel fundamental para mantener las propiedades nutricionales de los alimentos y prevenir la propagación de microorganismos patógenos, como bacterias y hongos, que pueden provocar enfermedades graves de transmisión alimentaria. Para los alimentos que requieren una determinada temperatura de conservación, como la carne, el pescado, los productos lácteos, los platos preparados y los productos congelados, el incumplimiento de la cadena de frío puede representar un peligro real para la salud. Interrumpir la cadena de frío supone exponer estos alimentos a temperaturas ambiente o, en todo caso, superiores a las de conservación ideal, favoreciendo así la proliferación de patógenos. A continuación se detallan algunos errores habituales que pueden provocar la interrupción de la cadena de frío y que conviene evitar por completo: comprar productos frescos o congelados sin comprobar la fecha de caducidad; dejar alimentos fuera del frigorífico durante demasiado tiempo; utilizar refrigeradores y congeladores que no sean eficientes o no sean aptos para conservar los alimentos; calentar y luego enfriar el mismo alimento varias veces. Además, es fundamental respetar el método correcto de descongelación de los alimentos. Muchas veces, por falta de tiempo o por simple descuido, los alimentos se dejan descongelar a temperatura ambiente. Este es un grave error que puede favorecer la proliferación de microorganismos patógenos. El método correcto consiste en descongelar los alimentos en el frigorífico, donde la temperatura se mantiene constante y baja. Romper la cadena de frío puede tener graves consecuencias para la salud, la más grave de las cuales es la intoxicación alimentaria. Este trastorno, que puede manifestarse con síntomas como vómitos, diarrea, fiebre y dolor abdominal, es causado por la ingesta de alimentos contaminados con bacterias u otras sustancias nocivas. Por ello, para prevenir riesgos y evitar errores, es fundamental informarse y respetar las pautas para la correcta conservación de los alimentos, incluido el respeto a la cadena de frío. De esta forma, además de garantizar tu propia seguridad alimentaria, contribuyes a mantener inalteradas las cualidades organolépticas y nutricionales de los alimentos, para una dieta sana y equilibrada.
precocinar la carne
La precocción de la carne es un método muy utilizado para ahorrar tiempo en comidas posteriores o para preparar platos complejos con antelación. Es común en las preparaciones de barbacoa, donde la carne se cocina parcialmente de antemano, luego se enfría y se guarda para cocinarla completamente más tarde. Sin embargo, si no se maneja adecuadamente, este proceso puede fomentar el crecimiento de bacterias dañinas que pueden causar enfermedades transmitidas por los alimentos. Es importante comprender que a las bacterias patógenas les encanta un ambiente húmedo, cálido y rico en nutrientes. Encuentran esto cuando la carne se cocina parcialmente o se mantiene a temperaturas entre 40 y 140 grados Fahrenheit, conocida como la "zona de peligro", lo que fomenta el crecimiento bacteriano. En el proceso de precocción, la carne generalmente se expone a temperaturas en este rango durante un período prolongado de tiempo, durante el cual las bacterias pueden multiplicarse rápidamente. Hay algunas bacterias, como Salmonella y E.coli, conocidas por su supervivencia y multiplicación incluso después de la cocción. Estas bacterias pueden sobrevivir a altas temperaturas y, una vez en la "zona de peligro", pueden regenerarse rápidamente. Para evitar la proliferación de estas bacterias durante la precocción, existen algunas técnicas de seguridad alimentaria cruciales. En primer lugar, la carne debe refrigerarse adecuadamente antes del proceso de precocción. La refrigeración retarda el crecimiento de bacterias, haciendo que el ambiente sea menos propicio para la multiplicación. A continuación, la carne parcialmente cocida debe refrigerarse lo más rápido posible después de cocinarla para reducir el tiempo que pasa en la "zona de peligro". Esto se puede hacer colocando la carne en un recipiente hermético y sumergiéndola en un baño de hielo para bajar rápidamente la temperatura. Finalmente, cuando la carne precocida se cocina para su uso, debe alcanzar una temperatura interna segura para matar cualquier bacteria superviviente. Esta temperatura varía según el tipo de carne pero, en general, debe ser de al menos 165 grados Fahrenheit. En conclusión, si bien precocinar la carne puede parecer un método conveniente para ahorrar tiempo, si no se maneja correctamente, puede fomentar el crecimiento de bacterias dañinas. Seguir las pautas de seguridad alimentaria, como la refrigeración adecuada y el recalentamiento a temperaturas seguras, puede ayudar a evitar enfermedades transmitidas por los alimentos relacionadas con este método de cocción.
No precalentar la parrilla
Uno de los errores más comunes que cometen los aficionados a la barbacoa es no precalentar la parrilla lo suficiente antes de empezar a cocinar. A menudo, para ahorrar tiempo o gas, tendemos a colocar la carne en parrillas frías, un hábito que puede acarrear graves consecuencias para la salud. Precalentar la parrilla no sólo permite que la carne se cocine de manera más uniforme, sino que también reduce el riesgo de contraer infecciones transmitidas por los alimentos. Cuando una parrilla no está precalentada, el exterior de los alimentos puede parecer cocido, pero el interior puede permanecer crudo o poco cocido. Esto es especialmente cierto para alimentos más espesos como filetes grandes o pollos enteros. La carne cruda o poco cocida, especialmente el pollo, el cerdo o la ternera, puede contener bacterias dañinas como Salmonella o E. Coli, que sobreviven a temperaturas inferiores a 75°C. Si estos alimentos no se cocinan a una temperatura lo suficientemente alta, las bacterias pueden sobrevivir y, si se consumen, pueden causar enfermedades graves transmitidas por los alimentos. Los síntomas de estas infecciones incluyen diarrea, calambres abdominales, fiebre y, en algunos casos, pueden provocar complicaciones más graves, como insuficiencia renal. Precalentar la parrilla garantiza que la temperatura de cocción sea lo suficientemente alta para destruir estas peligrosas bacterias. Además, una parrilla caliente sella rápidamente la superficie de la carne, reteniendo los jugos internos y dándole a la comida un delicioso sabor ahumado. Para precalentar adecuadamente una parrilla, enciéndela y déjala calentar a temperatura alta durante al menos 15 a 20 minutos antes de comenzar a cocinar. La parrilla debe estar demasiado caliente para tocarla con la mano. Para comprobar si la parrilla está lo suficientemente caliente, un truco consiste en rociar un poco de agua sobre la parrilla: si el agua se evapora inmediatamente, la parrilla está lista. En conclusión, saltarse el precalentamiento de la parrilla en aras de la velocidad o del ahorro de energía es un error que puede poner en grave riesgo tu salud. Por eso, la próxima vez que decidas hacer una barbacoa, asegúrate de precalentar la parrilla correctamente. No sólo su comida sabrá mejor, sino que también podrá comer de forma segura sabiendo que ha minimizado el riesgo de infecciones transmitidas por los alimentos.