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Superar obstáculos: estrategias y consejos para iniciar una dieta con éxito

Superar obstáculos: estrategias y consejos para iniciar una dieta con éxito

Introducción

La decisión de iniciar una dieta es un gran paso en la dirección de cuidar tu salud. Sin embargo, iniciar y seguir una dieta puede ser una tarea mucho más compleja de lo que parece a primera vista. La dificultad no surge sólo del aspecto físico -comer menos o elegir alimentos más saludables- sino que también radica en una serie de factores a menudo interconectados que pueden complicar aún más la situación. Estos factores incluyen aspectos psicológicos, ambientales y biológicos, por nombrar algunos. Desde un punto de vista psicológico, una dieta puede representar múltiples desafíos. Puede interferir con nuestra sensación de placer y recompensa de la comida, puede desafiar nuestra autodisciplina e incluso puede necesitar que rompamos viejos hábitos y patrones de pensamiento. Además, muchos de nosotros enfrentamos presiones y expectativas sociales que pueden afectar nuestra autopercepción y autoestima, lo que a su vez afecta nuestra capacidad para seguir una dieta. A nivel medioambiental, la disponibilidad generalizada de alimentos poco saludables, las grandes porciones y la continua promoción de la comida chatarra son factores que contribuyen a la dificultad de iniciar y mantener una dieta. Vivir en un ambiente de "sobreabundancia" de alimentos puede hacer que sea difícil resistir la tentación y persistir en su compromiso. Desde un punto de vista biológico, debemos tener en cuenta que nuestro cuerpo reacciona ante la privación de alimentos activando mecanismos de supervivencia que nos empujan a comer más y conservar energía, mecanismos heredados de nuestros antiguos ancestros que tenían que luchar para encontrar alimento. Estos mecanismos biológicos pueden hacer todo lo posible para sabotear nuestros esfuerzos por perder peso. En resumen, la decisión de iniciar una dieta trae consigo una serie de desafíos que van desde factores psicológicos, pasando por obstáculos ambientales, hasta biológicos. Esta complejidad puede parecer desalentadora, pero no debería detener nuestro deseo de cuidar nuestra salud. Reconocer y comprender estas dificultades es el primer paso para superarlas y lograr nuestro objetivo de una vida más saludable. A través de esta serie de artículos, exploraremos estos factores con más detalle y discutiremos estrategias para abordar y superar estos obstáculos.

¿Por qué empezar una dieta?

Empezar una dieta no significa simplemente contar las calorías que ingieres, sino revisar completamente tu estilo de vida, empezando por tu alimentación. Las motivaciones para impulsar esta aventura pueden ser de lo más dispares. El aspecto estético puede ser uno de los fuertes motivadores cuando la imagen que tienes de ti mismo no coincide con la que quieres conseguir. De hecho, numerosos estudios han demostrado cómo existe una estrecha correlación entre la autoestima y la percepción del propio cuerpo. Sin embargo, este es un aspecto que debe acompañar, y no sustituir, al objetivo principal: el bienestar físico. Preparar tu bikini o pantalón favorito muchas veces no es suficiente para garantizar la persistencia de un estilo de vida saludable en el tiempo. Por este motivo, la pérdida de peso debe vivirse como un facilitador de una vida saludable y no como el objetivo final. Las enfermedades crónicas, como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y la hipertensión, pueden prevenirse o controlarse mejor siguiendo una dieta sana y equilibrada. La mejora de diversos parámetros, como el colesterol, no puede pasar por alto un análisis detallado del estilo de vida nutricional. Nuestro sistema musculoesquelético también se beneficia de una correcta alimentación. Por ejemplo, si tiene sobrepeso o es obeso, perder peso puede aliviar la carga sobre las articulaciones, previniendo o controlando los síntomas de la osteoartritis. Del mismo modo, los sistemas cardiovascular y pulmonar pueden beneficiarse de una dieta equilibrada. Los alimentos ricos en grasas saturadas, por ejemplo, pueden depositarse en las arterias, aumentando el riesgo de enfermedades cardíacas, mientras que una dieta rica en frutas, verduras y cereales integrales ayuda a proteger el corazón y los pulmones. Mejorar tu alimentación significa tomar conciencia de lo que llevamos a la mesa, eligiendo alimentos que no sólo sean sabrosos, sino también nutritivos. No sólo eso: una dieta equilibrada también es una excelente herramienta para contrarrestar la aparición de determinadas patologías como anemia, cálculos renales, osteoporosis y muchas otras. Finalmente, y lo consideramos el motivo más importante, la realización de una dieta debe tener como objetivo final el aumento del bienestar general, entendido no sólo como la ausencia de enfermedad, sino como la verdadera capacidad de sentirse en armonía con el propio cuerpo y la mente de uno. En estos casos, se hace imprescindible dejarse guiar por un profesional, que podrá sugerirnos el camino que mejor se adapta a nuestras necesidades, evitando la aparición de carencias nutricionales y ayudándonos a descubrir una nueva forma de abordar la alimentación y el movimiento.

Cuando empezar una dieta

Cuándo empezar una dieta es una pregunta retórica que, en la mayoría de los casos, surge de esa última mirada al espejo antes de salir o de ese repentino botón que falta en la camisa. De hecho, empezar una dieta no se trata sólo de recomponer tu menú diario durante una semana a base de verduras al vapor y pechugas de pollo a la plancha; más bien, es un cambio global en la forma en que pensamos y concebimos los alimentos. La dieta nunca debe asociarse con el concepto de sacrificio, no debe convertirse en sinónimo de escasez o privación. En primer lugar, debe verse como una necesidad fisiológica y como una inversión a largo plazo en su salud y bienestar. De hecho, iniciar una dieta significa adoptar hábitos alimentarios más sanos y equilibrados y no se trata sólo de perder peso. Por supuesto, perder peso suele ser el objetivo principal de muchas personas que deciden cambiar su dieta, pero el aspecto de la salud debería jugar un papel igualmente importante. Las dietas excesivamente estrictas pueden provocar deficiencias nutricionales, alteraciones del metabolismo e incluso aumentar el riesgo de desarrollar trastornos alimentarios. Por otro lado, un enfoque más equilibrado y sostenible para la pérdida de peso puede mejorar el bienestar general, reducir el riesgo de enfermedades crónicas y aumentar la energía y la vitalidad. Además, cabe subrayar que iniciar una dieta no significa renunciar al placer de comer. No se trata de comer menos, sino de comer mejor. Esto significa prestar atención a la calidad de las calorías que ingiere, más que a su cantidad. Eligiendo alimentos ricos en nutrientes, como verduras, frutas, legumbres, cereales integrales y carnes magras, es posible satisfacer la sensación de saciedad y al mismo tiempo nutrir adecuadamente el organismo. Asimismo, es importante respetar los ritmos biológicos, comiendo con regularidad, sin saltarnos comidas y dedicando el tiempo adecuado a la masticación. Iniciar una dieta, por tanto, no debe verse como un hecho traumático, sino más bien como una oportunidad. Una oportunidad para cuidarse, para redescubrir el sabor de los alimentos sencillos y genuinos, para aprender a escuchar las señales de su cuerpo. Finalmente, el compromiso y la perseverancia son esenciales para lograr cualquier objetivo, incluida la pérdida de peso. Recuerda, la dieta ideal es la que puedes mantener a largo plazo. Así que encuentra tu ritmo, escucha a tu cuerpo y disfruta del viaje hacia una vida más saludable.

Dieta: los factores que la dificultan

Comenzar una dieta es un objetivo difícil de alcanzar para muchos. A menudo, los intentos de impulsar un cambio dietético se topan con numerosos obstáculos: variables que, directa o indirectamente, ponen a prueba la tenacidad de quienes emprenden el proceso. Hemos identificado cinco que, en general, pueden ralentizar o incluso impedir el inicio de una nueva dieta. La primera es la resistencia psicológica. La mente, ante cambios importantes, tiende a crear resistencias, a presionar para mantener el "status quo". Esto también se aplica a la nutrición: los viejos hábitos, desde el consumo de comida chatarra hasta la falta de actividad física, difícilmente desaparecen. Enfrentar esta resistencia requiere fuerza de voluntad, pero también una mirada profunda y honesta sobre uno mismo y sus hábitos. El segundo obstáculo es el entorno desfavorable. Vivir o trabajar en un contexto que cuestiona continuamente las buenas intenciones, que estimula el abuso alimentario o la ingesta de alimentos poco saludables, hace extremadamente difícil mantener una dieta. También es importante trabajar en tu entorno, eliminando tentaciones y creando condiciones favorables al cambio. El papel del cerebro es el tercer factor que dificulta una dieta. El cerebro está programado para buscar placer y evitar el dolor. Los alimentos, especialmente los ricos en grasas y azúcares, liberan dopamina, un neurotransmisor que provoca sensaciones de placer. Cuando intentamos cambiar nuestra dieta, el cerebro puede sentir una falta de placer y empujarnos a adoptar viejos hábitos para obtener ese placer. Los mecanismos biológicos constituyen el cuarto obstáculo. Cuando el cuerpo entra en modo de "ahorro de energía", puede resultar más difícil perder peso. Esto sucede a menudo cuando se sigue una dieta muy restrictiva: el cuerpo ralentiza su metabolismo para salvaguardar las reservas de energía. Este efecto, conocido como "efecto meseta", puede resultar muy desmotivador. Finalmente, la impaciencia puede ser otro obstáculo poderoso. Vivimos en una época en la que esperamos resultados rápidos. Sin embargo, el progreso con una dieta suele ser lento y gradual. La impaciencia puede llevar a la decepción o, peor aún, a la elección de seguir dietas "milagrosas" que prometen una rápida pérdida de peso pero que, en realidad, pueden ser perjudiciales para la salud. Superar estos obstáculos requiere conciencia, paciencia y apoyo. Recuerde, el cambio duradero no ocurre de la noche a la mañana, sino que es el resultado de pasos pequeños y consistentes en la dirección correcta.

Resistencia psicológica

Iniciar una dieta puede parecer un objetivo lejano y complejo de alcanzar. Una de las batallas más importantes tiene lugar a nivel psicológico y se refiere a la resistencia que se puede sentir a cambiar el estilo de vida alimentario. Incluso si una persona está motivada y decidida, puede resultarle difícil implementar una dieta debido a una variedad de miedos y resistencias psicológicas. La idea de privarse de ciertos alimentos o reducir porciones puede desencadenar resistencias como el miedo a la privación y el miedo al cambio. Estos miedos pueden provocar que una persona evite iniciar una dieta o la abandone al poco tiempo de iniciarla. En este sentido, la resistencia a la dieta puede verse como una forma de autodefensa psicológica. El miedo a la privación puede ser especialmente poderoso. Puedes imaginar lo difícil que es abandonar una dieta rica en azúcar, grasas y sal y abrazar una nueva dieta basada en frutas, verduras y cereales integrales. Esto suele provocar una fuerte resistencia, sobre todo teniendo en cuenta que muchos de nosotros utilizamos la comida como herramienta para gestionar el estrés y las emociones negativas. A menudo, la gente también teme al cambio y a la posibilidad de fracasar. Cambiar su estilo de vida y sus hábitos alimentarios puede parecer una tarea enorme y aterradora. Es natural temer al cambio, pero es importante recordar que cada pequeño paso cuenta en el largo camino hacia una alimentación más saludable. Además, el miedo al fracaso puede resultar debilitante. Sin embargo, la clave es aceptar que inevitablemente habrá reveses en el camino: el éxito no es lineal, sino que se compone de altibajos. La resistencia psicológica también puede tener sus raíces en creencias incorrectas o malentendidos sobre la comida y la dieta. Por ejemplo, algunas personas pueden pensar que hacer dieta significa pasar hambre o comer alimentos que no les gustan. Estas creencias pueden crear una imagen negativa de la dieta y aumentar la resistencia a iniciarla o continuarla. Para superar la resistencia psicológica es fundamental tener una actitud positiva y abierta hacia la dieta. Esto se puede lograr mediante diversas herramientas y técnicas, como la meditación, la visualización y el asesoramiento nutricional. El enfoque correcto puede ayudarle a reconocer y superar los miedos y las resistencias, ofreciéndole un camino para alcanzar sus objetivos de salud y bienestar. En conclusión, la resistencia psicológica es un obstáculo común en el camino hacia una dieta más saludable. Sin embargo, con la motivación adecuada, el acceso a la información adecuada y una actitud positiva, es posible superar estas barreras y comenzar un viaje hacia un estilo de vida alimentario más saludable. Recuerde, el camino hacia un cambio duradero comienza con un pequeño paso.

El entorno desfavorable

El entorno en el que vivimos tiene un impacto significativo en nuestros hábitos alimentarios y estilo de vida, lo que a menudo dificulta iniciar y mantener una dieta saludable. Esto es especialmente cierto cuando el entorno es 'obesogénico', palabra que describe escenarios que promueven el consumo excesivo de alimentos y el comportamiento sedentario, ambos favorecidos por diversos factores dentro de nuestra rutina diaria. Uno de ellos puede ser el fácil acceso a comida chatarra rica en calorías, de bajo costo y siempre disponible. Desde máquinas expendedoras en oficinas hasta establecimientos de comida rápida en las calles, la sociedad moderna nos ofrece constantemente opciones de alimentos poco saludables, lo que hace difícil resistir las tentaciones. Estamos rodeados de opciones menos nutritivas y elegir alimentos saludables puede parecer, por un lado, económicamente vinculante y, por otro, menos gratificante emocionalmente. Además, vivimos en una era en la que es necesario realizar cada vez más actividades sedentarias para trabajar o estudiar. Pasamos gran parte del día sentados frente a un ordenador o un escritorio y mucho menos tiempo realizando actividad física. Incluso en momentos de ocio, tendemos a sentirnos atraídos por actividades pasivas como mirar televisión o jugar videojuegos. A esto se suma el entorno social en el que vivimos. La comida suele ser fundamental para las interacciones sociales, y muchas de ellas implican comer fuera de casa, donde la elección de alimentos no siempre es saludable, o consumir grandes cantidades de comida. De hecho, renunciar a estos eventos para evitar las tentaciones alimentarias puede resultar problemático. No olvidemos la influencia del entorno familiar, especialmente para los más jóvenes. Si la familia no practica una alimentación saludable, será difícil que un niño o adolescente establezca hábitos alimentarios saludables. Otro obstáculo medioambiental puede ser la falta de tiempo para preparar comidas saludables. De hecho, la vida agitada empuja a muchas personas a recurrir a comidas preparadas que suelen contener más grasas, sal y azúcar que las comidas caseras. Es importante, por tanto, reconocer la influencia que tiene el medio ambiente en nuestra conducta alimentaria. Cambiar el entorno, cuando sea posible, puede ayudar a facilitar la elección de comportamientos más saludables. Si esto no es posible, entonces es útil desarrollar estrategias para resistir las presiones obesogénicas del entorno, como planificar las comidas con antelación, hacer más actividad física durante el día o buscar apoyo de amigos y familiares para cambiar la forma de comer. vivir.

El papel del cerebro

El papel del cerebro en nuestra relación con la comida es fundamental. De hecho, cuando nos ponemos a dieta no sólo intentamos luchar contra los malos hábitos alimentarios; también estamos luchando contra nuestro propio cerebro. Esto se debe a que el cerebro está programado para resistir los cambios y favorecer el disfrute inmediato de la comida, en lugar del beneficio a largo plazo de la dieta. Esta programación tiene raíces profundas, ligadas a nuestra evolución. Nuestros antepasados, de hecho, vivían en un entorno donde los alimentos eran escasos y difíciles de obtener. Entonces, cuando tenían la oportunidad de comer, su cerebro los empujaba a consumir la mayor cantidad de alimentos posible para acumular reservas de energía. Además, se valoraban especialmente los alimentos ricos en azúcares y grasas, muy energéticos, porque permitían acumular más reservas con menos esfuerzo. El problema es que hoy vivimos en un entorno muy diferente, donde la comida es abundante y de fácil acceso. Pero nuestro cerebro todavía está programado según la lógica de la Edad de Piedra. Cuando nos ponemos a dieta e intentamos limitar nuestra ingesta de alimentos, especialmente alimentos ricos en azúcar y grasas, el cerebro percibe esta situación como una amenaza, como si estuviéramos arriesgándonos a no tener suficiente comida para sobrevivir. Y a menudo reacciona provocando una fuerte sensación de hambre, lo que puede dificultarnos el cumplimiento de nuestra dieta. Además, el cerebro se siente atraído por el disfrute inmediato de la comida. Esto se debe a que el consumo de alimentos, especialmente los apetitosos, estimula la producción de dopamina, un neurotransmisor que provoca una sensación de placer. Cuando nos privamos de este placer limitando la ingesta de alimentos, el cerebro puede reaccionar aumentando el deseo de comer. Saber esto puede ayudarnos a comprender por qué a veces parece tan difícil seguir una dieta, a pesar de nuestras buenas intenciones. Y puede ayudarnos a desarrollar estrategias más efectivas para abordar estas dificultades. Por ejemplo, podemos intentar cambiar nuestros hábitos alimentarios gradualmente, en lugar de cambiarlos repentinamente, para darle tiempo al cerebro a adaptarse a los cambios. O podemos intentar encontrar alternativas saludables que satisfagan nuestro deseo de placer relacionado con la comida, como fruta fresca o yogur. Finalmente, podemos aprender a reconocer y gestionar las sensaciones de hambre y deseo provocadas por el cerebro, por ejemplo con técnicas de mindfulness. En conclusión, el papel del cerebro en el proceso de pérdida de peso es complejo y desafiante, pero con conocimiento, paciencia y determinación podemos aprender a trabajar con nuestro cerebro, en lugar de luchar contra él.

Mecanismos biológicos

Abordar una dieta con éxito no es sólo una cuestión de fuerza de voluntad, ya que existen complejos mecanismos biológicos en juego que pueden interferir con nuestros planes mejor trazados. Es importante comprender estos fenómenos para estar preparado y ser capaz de adaptarse. En primer lugar, una reducción en la ingesta de calorías conduce inevitablemente a una disminución del metabolismo básico, o la cantidad de energía que el cuerpo consume para mantener sus funciones vitales. De hecho, cuando se reducen las calorías consumidas, el cuerpo responde poniéndose en una especie de modo de "ahorro de energía". La quema de calorías se ralentiza y esto puede provocar un estancamiento en la pérdida de peso, aunque coma menos. Este mecanismo, biológicamente, tiene sentido: nuestros antepasados tuvieron que sobrevivir en tiempos de escasez de alimentos y el cuerpo evolucionó hasta volverse muy eficiente en la conservación de energía. Esta táctica, sin embargo, no es muy útil en la sociedad moderna, donde los alimentos son fácilmente accesibles y los tiempos de hambruna son raros. Otro posible obstáculo es el aumento de la producción de la hormona grelina, también conocida como "hormona del hambre". Cuando iniciamos una dieta, la producción de esta molécula puede aumentar, estimulando la sensación de hambre y el deseo de comer. Esto puede hacer que sea mucho más difícil resistir la tentación y seguir un plan de alimentación restrictivo. La grelina se produce principalmente en el estómago y su secreción aumenta cuando el estómago está vacío y disminuye cuando está lleno. Como resultado, cuando te pones a dieta y comienzas a comer porciones más pequeñas o menos frecuentes, tu producción de grelina puede aumentar, lo que hace que sea más difícil resistir la tentación de comer algo entre comidas. También es importante subrayar que la leptina, la hormona de la saciedad, juega un papel fundamental en el control del peso corporal. Cuando perdemos peso, los niveles de leptina disminuyen, lo que provoca un aumento del apetito y una disminución del gasto energético. Esta respuesta fisiológica, aunque protectora en una situación de deficiencia alimentaria, es ciertamente contraproducente en un contexto de pérdida de peso intencionada. En general, estos mecanismos biológicos trabajan juntos para complicar la pérdida de peso y resaltar la importancia de una estrategia dietética bien planificada. Algunos pueden encontrar ayuda comiendo comidas más frecuentes pero más pequeñas para controlar la producción de grelina, o consumiendo más proteínas para ayudar a ralentizar el metabolismo. Sin embargo, es fundamental recordar que no existe una solución única: lo que funciona para una persona puede no funcionar para otra. El camino hacia la pérdida de peso es un viaje personal y complejo, pero comprender los mecanismos biológicos implicados puede animarnos a persistir cuando las cosas se ponen difíciles.

Impaciencia

La "impaciencia" es un factor crítico que no debe subestimarse al iniciar un nuevo viaje dietético. Es un sentimiento recurrente en muchas iniciativas de cambio, especialmente cuando se intenta cambiar los hábitos alimentarios para lograr resultados específicos. Es una trampa común caer en la suposición de que los cambios inmediatos conducirán a resultados inmediatos. Desafortunadamente, como muchas cosas en la vida, las prisas suelen ser más un obstáculo que una ayuda. La impaciencia puede parecer una aliada, un costo que estamos dispuestos a pagar para ver resultados rápidos. Ser impaciente puede resultar motivador, ya que nos esforzamos por alcanzar nuestra meta lo más rápido posible. Sin embargo, la realidad es que los resultados duraderos requieren tiempo, constancia y equilibrio. Las prisas pueden llevarnos a imponer cambios drásticos e inesperados en nuestro cuerpo y mente. Este enfoque puede parecer que produce resultados a corto plazo, pero no es sostenible a largo plazo y puede acarrear una serie de consecuencias negativas, como el temido "efecto yo-yo", cansancio, estrés y una serie de problemas alimentarios. trastornos. Además, cuando nos presionamos demasiado para lograr una meta a corto plazo, estamos alimentando una mentalidad que socava nuestra autoestima y la percepción de nuestro éxito. El éxito de una dieta no sólo se mide en kilogramos o centímetros perdidos, sino también en cómo somos capaces de mantener esos resultados en el tiempo. Esto requiere un cambio gradual, que se base en un camino equilibrado. El cambio gradual nos permite adaptar nuestro cuerpo y mente a nuevos comportamientos alimentarios y estilos de vida. Lo hace más duradero y manejable. Además, los cambios graduales nos brindan la oportunidad de aprender y madurar a través del proceso. Cada nuevo comportamiento o hábito introducido poco a poco se convierte en un logro, que fortalece nuestra autoestima y nos anima a continuar por el camino emprendido. Esto ayuda a mantener alta la motivación y a considerar el objetivo final como un proceso y no como un punto de llegada. En conclusión, es crucial reconocer la importancia de los cambios graduales por encima de la impaciencia y las prisas. Si quieres iniciar una dieta y tener éxito a largo plazo, recuerda que es un viaje y no una carrera. Concéntrese en hacer que cada pequeño cambio sea sostenible y será recompensado con resultados duraderos y una mejora general en su salud y bienestar".

Cómo superar obstáculos y empezar una dieta

Superar los obstáculos que se interponen entre usted y una dieta sana y equilibrada puede parecer una tarea desalentadora, pero con las estrategias adecuadas y un enfoque racional, sin duda es posible. En primer lugar, es fundamental crear un plan de alimentación detallado que se ajuste a su estilo de vida y necesidades nutricionales. No todas las dietas funcionan para todas las personas, por lo que es importante desarrollar una dieta que le permita obtener todos los nutrientes que necesita para mantener su cuerpo funcionando de manera óptima, pero que al mismo tiempo le ayude a alcanzar sus objetivos de peso. Establecer objetivos realistas es otro paso esencial. Si espera perder una gran cantidad de peso en muy poco tiempo, es probable que se sienta decepcionado y desmotivado. Es mejor marcarse objetivos más pequeños pero alcanzables, como perder uno o dos kilos al mes. Estos mini objetivos no sólo serán más fáciles de alcanzar, sino que también te darán una sensación de éxito cada vez que los cumplas. Eliminar poco a poco los alimentos poco saludables de tu dieta puede ser una tarea difícil, pero es un paso necesario. Trate de reducir la ingesta de alimentos ricos en grasas saturadas, azúcar y sal, reemplazándolos con opciones más saludables como frutas, verduras, proteínas magras y cereales integrales. Llevar un diario de alimentos puede ayudarle a controlar lo que come e identificar cualquier patrón o hábito que pueda estar frenando su progreso. Al registrar todo lo que consumes, podrás tener una visión clara de tus hábitos alimentarios, lo que te permitirá realizar los cambios necesarios. Por último, no dudes en buscar ayuda profesional. Un dietista o nutricionista registrado puede ofrecer asesoramiento personalizado, sugerir cambios en la dieta según sus necesidades individuales y ayudarlo a respaldar su motivación. No olvide que cada pequeño cambio en su actitud hacia la nutrición y su estilo de vida puede marcar una gran diferencia. Recuerde, la dieta es un viaje, no un destino. No se trata de privaciones, se trata de descubrir nuevos alimentos saludables que te gusten comer y establecer nuevos hábitos saludables que puedas mantener durante toda la vida. Inicie su dieta con estas estrategias y estará en camino hacia el éxito a largo plazo.

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